abril 28, 2007

El Trabajo infantil







Atardece en la Ciudad de Buenos Aires y Ramón camina las calles junto a sus padres y su hermana en busca del sustento diario. Ramón tiene 13 años, viene de la Villa Curita, de José C. Paz, partido del gran Buenos Aires. Él es el mayor de ocho hermanos; juntando cartones, plásticos y todo lo que pueda ser vendido en los centros de reciclaje, logran el dinero para cubrir las necesidades básicas para subsistir. Según el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, se estima que un millón y medio de niños menores de 17 años trabajan en Argentina recibiendo paga o no por sus tareas.

Ramón no es el único niño que revuelve la basura. En el “Tren Blanco” viajan con él más de 50 menores de edad. Todas las tardes recorren las cuadras que cada uno tiene asignadas. Los encargados de los edificios ya conocen a Ramón y, por lo general, le separan papeles y cartones o le avisan qué bolsas tienen lo que busca. Trabajando él, sus padres y su hermano, juntan entre $600 y $800 por mes. Para una familia tipo, la Canasta Básica de Alimentos se ubica en los $450 y la Canasta Básica Total (que incluye transporte, vestimenta, servicios y educación), $994.

Según estimaciones recientes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), una de cada seis personas de entre 5 y 17 años a escala mundial se ve afectada por la explotación laboral en sus diferentes formas. En Latinoamérica 19,7 millones de niños, niñas y adolescentes participan en actividades económicas.

Se entiende por trabajo infantil toda actividad remunerada o no, realizada por personas que aún no han alcanzado la edad legalmente requerida para desempeñarse en el mercado de trabajo y que impide su acceso, rendimiento y permanencia en la escuela. En la Argentina, la Ley de Contrato de Trabajo, modificada en Diciembre de 2006, prohíbe ocupar a menores de 15 años en cualquier tipo de actividad, excluyendo solamente a los menores que trabajan en emprendimientos familiares, siempre que no se trate de ocupaciones nocivas o peligrosas y tal como lo acredite la autoridad pública, y alcanzará en 2010 un mínimo de 16 años. También se prohíbe el trabajo de menores que no hayan completado la instrucción obligatoria aunque hayan cumplido 15 años. Los menores de 15 a 18 años pueden ser contratados pero deben observarse ciertas condiciones: su jornada de trabajo debe ser de 6 horas diarias o 36 semanales, y no podrán ocuparse en trabajos nocturnos. Esta ley establece una edad mínima de 15 años, pero desconoce a la Ley Federal de Educación, que sitúa la enseñanza obligatoria hasta la finalización de la secundaria.

Ramón no va a la escuela: llegó a tercer grado y lo repitió dos veces. La segunda vez, su padre prefirió que “en vez de perder el tiempo ayude en las recorridas” y además, “si no le da la cabeza, ¿para qué perder guita y tiempo? Con lo que él consigue se paga la comida que le daban antes en el colegio”. Está fuera de su casa desde la hora de la merienda hasta la medianoche. Mientras mete las manos en las bolsas no le saca los ojos de encima a su hermana de 12 años que hace lo mismo en la cuadra de enfrente. Si algún extraño se para a hablar con ella, sale corriendo y se mete en el medio. Da gusto ver como la protege: “Mi mamá dice que la cuide porque está lleno de degenerados”.

Dentro de las actividades realizadas por los niños, pueden distinguirse cuatro grandes grupos:

·Trabajo Rural: Se lo caracteriza como trabajo invisible ya que se encuentra naturalizado culturalmente. Las familias rurales no distinguen la actividad de los niños como trabajo, sino como una ayuda de los menores al núcleo familiar y una manera de aprender más rápido el oficio. Se desempeñan en plantaciones de frutilla, algodón, tabaco, yerba mate; algunos como peones de campo, otros arreando el ganado, entre otras actividades. Sobre todo, su trabajo es demandado por las plantaciones de algodón ya que, como la mano del niño es pequeña, extrae el capullo sin romperlo. De esta manera los niños se ven expuestos al maltrato por parte de los adultos y al contacto directo con pesticidas y agrotóxicos. Además sufren de serios problemas de columna al pasar muchas horas agachados.

·Trabajo Infantil Doméstico (TID): Representa toda actividad doméstica realizada por menores de 18 años. Responde a prácticas sociales y relaciones económicas tradicionales entre los sectores rurales y urbanos. Los padres de familias pobres entregan sus hijos a familias de mayores ingresos que viven en la ciudad buscando que sus niños tengan mejores oportunidades para su vida adulta. Estas actividades se realizan bajo cualquier modalidad contractual y muchas veces no reciben salario: deben contentarse con una cama para dormir y la comida. Son propensos al abuso psicológico, físico y sexual, entre otras serias violaciones a los derechos humanos.

·Chicos en Situación de Calle: Describe toda actividad realizada por menores de 18 años dentro de los ámbitos urbanos, solos o acompañados por adultos, familiares o no. Desarrollan actividades vinculadas a la venta ambulante, la mendicidad, el cirujeo, limpieza de vidrios, abrepuertas, malabarismo, entre otros. El denominador común de esta actividad es la pertenencia a sistemas familiares atravesados por condiciones de extrema pobreza. El niño se transforma en un pilar fundamental en la subsistencia de sus padres y hermanos. Debido a las presiones económicas y sociales, las condiciones de extrema pobreza aumentan el nivel de conflictos internos en el núcleo familiar. El niño se convierte en el síntoma de la crisis. Son evidentes los problemas psicológicos por falta de contención y de afecto, y físicos por atentar contra sí mismo (consumo de drogas, cortes o quemaduras auto-infligidas). Un niño en situación de calle está propenso a transformar la calle en su hogar, quedando excluido de todo tipo de espacio o institución social.

·Explotación Sexual Comercial Infantil (ESCI): La OIT considera a la explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes como una severa violación a los derechos humanos, como una forma de explotación económica asimilable a la esclavitud y al trabajo forzoso, que además implica un delito por parte de quienes utilizan a niños, niñas y adolescentes en el comercio sexual. Las modalidades de este tipo de trabajo incluyen la prostitución infantil remunerada en dinero o especie; el tráfico y la trata de menores de edad para el comercio sexual; el turismo sexual infantil; la producción, promoción y divulgación de pornografía y la utilización de menores de edad en espectáculos sexuales públicos y privados. La ESCI se basa en relaciones de poder asimétricas entre el adulto y el menor de edad, siendo la violencia y la coerción el medio de vinculación social por los que el niño es mantenido a la fuerza para beneficio económico de su explotador. Los efectos sobre la salud física y mental de los niños son devastadores y se expresa en baja autoestima, mala conducta, agresividad, depresión, conducta adictiva, deserción escolar, enfermedades de transmisión sexual (incluyendo el SIDA), embarazos y abortos, entre otras. También se la considera una actividad invisible, porque es ignorada voluntariamente por los ciudadanos comunes.

La mamá de Ramón, Silvia, quiere que su hijo vuelva al colegio y está tratando de convencer a su marido. Prefiere que se pase toda la vida en tercer grado a que termine como los hijos de algunos de sus vecinos, “drogados todo el día y afanando”. Aclara que la mayoría de los chicos de la villa van a la escuela a comer y de paso aprenden a leer y a escribir, pero “hay muchos que no tienen papá y a las madres se les van de las manos y mientras más los muelen a palos, más jodidos se ponen o se terminan escapando”. Aunque Silvia no llegó a terminar la secundaria, reconoce que la escuela le ayudó a entender muchas cosas y a defenderse. De chica quería ser maestra, pero “ahora las maestras cocinan más de lo que enseñan y para cocinar me sobra con mis hijos”. Cree que si en el colegio les enseñaran algún oficio a los chicos, tal vez se engancharían más, y no faltarían tanto. Pero la enseñanza técnica ya no se aplica.

El trabajo infantil es considerado una violación a los derechos humanos porque tiene consecuencias para la salud de los niños y es incompatible con el acceso a la educación ya que contribuye a perpetuar el círculo de la pobreza. Además viola, también, la Convención sobre los Derechos del Niño (del año 1989) negándole protección por parte de la sociedad como actor y sujeto social donde es al Estado a quien le corresponde garantizar su supervivencia, su desarrollo y el acceso a la educación primaria gratuita y obligatoria alentando su integración a la educación técnica y secundaria.

En 1999 la OIT adoptó el Convenio 182 sobre las Peores Formas del Trabajo Infantil. Se refiere a la prohibición de todas las formas de esclavitud, la venta y el trafico de niños, el trabajo forzoso, la utilización de niños para la prostitución, reclutamiento de niños para realización de actos ilícitos y de todo trabajo que por su naturaleza dañe la salud, la seguridad y la moralidad de los niños.

La educación es fundamental para el desarrollo humano, social y económico sostenible. En el caso de los niños y adolescentes, los primeros años de la instrucción son fundamentales para aprender y desarrollar las capacidades y los talentos con los que han nacido. La educación brinda la oportunidad de conocer sus propios derechos y deberes, les da las herramientas para poder comunicarse y expresar sus aspiraciones, facilita la adquisición de valores morales y éticos. Además, a través de la educación, podrán reducir el riesgo a ser explotados laboralmente y discernir entre los trabajos nocivos para su salud.

El trabajo infantil y la educación son incompatibles. Los niños y adolescentes que trabajan tienen un rendimiento menor y serios problemas de asistencia. En la mayoría de los casos, a las familias se les hace difícil costear los elementos básicos para la educación, más cuando se encuentran por debajo de la línea de pobreza. Ante esta situación la familia prioriza el ingreso adicional que conseguiría el niño y confía en que el trabajo será decisivo en su formación. La prioridad es conseguir dinero para sobrevivir y la educación es vista como una actividad innecesaria. Alejarse de la escuela acarrea consecuencias nefastas. El analfabetismo es una de las principales causas de exclusión y marginación social y perpetúa las condiciones de inferioridad social y económica.

La OIT señala que entre las causas del trabajo infantil se destacan la inestabilidad política, la discriminación, las prácticas culturales tradicionales, la emigración, la falta de trabajo para los adultos, la protección social inadecuada y la escasez de escuelas. Según una investigación conjunta del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y de la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil de Argentina dado a conocer este año, el trabajo infantil creció el 600 por ciento en los últimos siete años en Argentina y actualmente hay 1,5 millones de menores de 15 años que desempeñan alguna tarea para sobrevivir o ayudar a sus familias.

En nuestro país, las razones que resaltan este incremento en el trabajo infantil pueden observarse en el informe presentado el año 2005 por el Instituto de Estudios y Formación de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA) . El informe destaca que “la pobreza y la indigencia son una problemática que afecta por igual tanto a las argentinas como a los argentinos. No discrimina por género, sí lo hace por edad. Así, mientras la tasa de pobreza para toda la población es del 40,2 %, para los menores de 18 años es del 56,4%. Por su parte, mientras la indigencia para toda la población es del 15%, para los menores de 18 años es del 23,6%. La Argentina es un país en donde prácticamente la mitad de la población es pobre y la mitad de los pobres es menor de 18 años.”

Las políticas neoliberales aplicadas en los últimos 15 años han tenido consecuencias desastrosas en la distribución de la riqueza, dando como resultado la caída de los salarios, de las condiciones de vida, la precarización del trabajo asalariado y la modificación de la organización familiar, donde ya no es el hombre la cabeza y sustento de la familia, sino que todos los miembros deben colaborar para su subsistencia. El achicamiento del Estado y la pérdida de soberanía frente a los capitales trasnacionales han colaborado en el derrumbe de las instituciones de protección social.

Por todo esto, se hace indispensable desarrollar políticas educativas y sociales que integren a todos los actores de la sociedad civil. Es fundamental incluir en los programas de educación elementos de la vida práctica de los niños y adolescentes para que ellos puedan identificarse y así motivarlos al aprendizaje. Es necesaria mayor capacitación docente para enfrentar los problemas de los niños, como así también para poder identificar los casos de abuso que puedan sufrir los menores. Sin embargo, para ello, los maestros deben estar mejor remunerados.

Se hace imprescindible que el Estado asuma su rol de protector de la niñez. De ser necesario, otorgando becas o subsidios a las familias de bajos recursos que puedan, de esta manera, cubrir el ingreso que no aporta el niño mientras estudia.
La OIT, a través del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC), ha presentado un estudio reciente, publicado a inicios del 2004 que demuestra a nivel mundial que la ejecución de un programa de erradicación del trabajo infantil a lo largo de 20 años no solamente lograría su objetivo en términos de la eliminación de este flagelo, sino que las familias y la sociedad como un todo, al lograr una mayor educación, percibirían un beneficio económico neto. Es decir que los beneficios superarían a los costos de ejecución del programa.

Ramón está triste: hace un par de días, su papá se fue de la casa. Silvia fue a vacunar al menor de sus hijos y al volver ya no estaba. Se fue, nadie sabe adónde ni si volverá. El rostro de Ramón ya no es el de un niño. No quiere conversar. “Estoy trabajando”, dice. La mirada perdida mientras tantea las bolsas da a entender que comprende que él será el que ocupará el lugar vacío: él tirará del carro. No creo que pueda volver al colegio.

Ramón no sabe que, en 1994, Argentina incluyó en la Constitución Nacional el Convenio 138 sobre Edad Mínima de Admisión al Empleo (OIT), que fija la edad mínima en los 15 años y que revolver la basura es un trabajo peligroso y no debería hacerlo hasta que supere los 18 años. También desconoce que tiene Derecho a la Protección Integral por parte del Estado, que tiene Derecho a la Supervivencia y Desarrollo, que tiene Derecho a Opinar y a ser Escuchado, entre otros muchos derechos más. Si lo supieran él y todos ellos, los visibles y los invisibles, ¿qué pasaría? Tal vez, la Plaza de Mayo se llene de niños y adolescentes reclamando lo que les debemos.

NOTA:1)Boletín estadístico número 3, “Pobreza e indigencia, distribución del ingreso, mercado laboral y proyecciones, situación a fines del 2004”, coordinado por Claudio Lozano, julio 2005.

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